Gracias, Señor, gracias.
Gracias por todos los regalos que hoy me has ofrecido,
gracias por todo lo que he visto, oído y recibido.
Gracias por el agua que me ha despabilado, el jabón
bienoliente, el dentrífrico que refesca la boca.
Gracias por los vestidos que me protegen del frío,
por su color y por su lecura.
Gracias por el periódico fiel a la cita, por el chiste
(primera sonrisa de la mañana), por los asuntos
políticos que se van arreglando, por la justicia cumplida,
por el partido de fútbol ganado.
Gracias por el camión de basura y los hombres
que lo llevan, por sus gritos mañaneros y los ruidos
de la calle que se despierta.
Gracias por mi trabajo, mis herramientas, mis esfuerzos.
Gracias por el metal en mis manos,
por sus largas quejas bajo los mordiscos del acero,
por la mirada satisfecha del patrón y la carretilla de piezas acabadas.
Gracias por Santiago que me prestó su lima,
por Manolo que me ofreció un pitillo,
y por Carlos que me abrió la puerta.
Gracias por la calle acogedora que me fue acompañando,
por los escaparates de los almacenes, por los coches,
por los transeúntes, por toda la vida que corría rapida entre las casas pobladas de ventanas.
Gracias por la comida que me ha dado fuerzas,
por el vaso de cerveza que me apagó la sed.
Gracias por la moto que,
fácil, me ha llevado a mis cosas,
por la gasolina que la hace correr,
por el viento que me acarició el rostro y por los árboles
que me fueron saludando al pasar.
Gracias por las muchachas con las que me encontré,
por el rojo de los labios de Marité, que tan bien le sienta;
por la permanente de Rosa,
que la hace más bonita;
por el gesto mimosa de Anamari
y su sonrisa que le desarma a uno.
Gracias por el peque ño que vi jugar en la acera de enfrente
gracias por sus patines y por la divertida cara de susto que puso al caerse.
Gracias por los buenos días que la gente me ha dado,
por los apretones de mano que di,
por las sonrisas que me ban brindado.
Gracias por mamá que me recibe en casa,
por su cariño discreto, por su silenciosa presencia.
Gracias por el techo que me cobija,
por la luz que me alumbra,
por la radio que canta.
Gracias por la parte del mediodía, por las crónicas deportivas,
por las historias con humor.
Gracias por el ramillete de flores,
pequeña obra maestra encima de mi mesa.
Gracias por la noche apacible,
gracias por las estrellas,
gracias por el silencio.
Gracias por el tiempo que me diste,
gracias por la vida,
gracias por la Gracia.
Gracias por estar conmigo, Señor.
Gracias por recibir en tus manos
este paquete de mis dones para ofrecerlo al Padre.
Gracias, Señor.
Gracias.
- Michel Quoist
|
|